Ayer hallé un suspiro entre tus labios,
y se volvió en mi piel un eco suave,
que al sentirte en sombras se hizo sabio.
El viento, al llevar tu nombre, es ave,
vuela en mi pecho, huella en la memoria,
rogando al tiempo que nunca se acabe.
Y si tu voz me cubre con su gloria,
no habrá silencio capaz de quebrarme,
ni olvido que me robe esta victoria.