Mi pobre amigo, errante en la bruma,
con los ojos gastados de tanto esperar,
la noche te cubre con sombras y espuma,
pero aún en la niebla te veo caminar.
Te duelen los pasos, te pesa la herida,
cicatriz de un tiempo que no supo amar.
Las manos vacías, el alma vencida,
pero sigues andando sin nunca parar.
Mon pauvre ami, ¿qué buscas en vano?
¿Un nombre perdido? ¿Un eco lejano?
Las horas te miran sin prisa, sin fe,
y el viento te nombra sin saber por qué.
Si el alba no llega, si todo es invierno,
si el mundo te cierra su puerta de hierro,
yo seré el refugio, la luz, la razón,
la tregua en la guerra de tu corazón.
Mi pobre amigo, no sigas la sombra,
que aún queda un fuego que te nombra
Descansa tu pena, escucha mi voz:
en este poema aún vive el sol.