Testigo fiel del tiempo y sus senderos,
el algarrobal duerme bajo el cielo,
raíces firmes, brazos como acero,
y hojas que cantan versos al desvelo.
Catedral de la tierra, inmenso y fuerte,
sus ramas son vigías del camino,
abrazo del paisaje campesino,
custodio de la vida y de la muerte.
Resina de su tronco, miel sagrada,
dulzura que sostiene al peregrino,
manjar que en su grandeza se desborda.
Oh bosque del silencio y la alborada,
tu sombra es un refugio campesino,
tu espíritu, la voz de quien te borda.