En tierra seca al sol de fuego ardiendo,
se yergue el algarrobo, sabio anciano,
sus ramas son de sombras un arcano,
su tronco, libro viejo, está escribiendo.
Es cuna de cigarras y del viento,
que en su follaje danza y se abandona,
su savia es la raíz que el mundo entona,
un grito verde en árido tormento.
Catedral de silencio y de memoria,
al tiempo desafía con su altura,
su sombra alberga un pacto con la luna,
y en sus raíces canta toda historia.
El sol calcina, pero no doblega,
el árbol con su fuerza desafía,
en cada hoja vive la armonía,
y en su quietud la tempestad se entrega.
Oh algarrobal, refugio de la vida,
bastión que no sucumbe a la sequía,
eres el pulso fértil que porfía,
el grito eterno en tierra adormecida.