Eres viento ardiendo en la madrugada,
la luna quebrada en un charco de ron,
misterio silente en cada mirada,
una flor prohibida que sabe a traición.
Tus pasos retumban como profecías,
como un eco oscuro de amor y venganza,
y llevas el alma forjada en días
de sueños perdidos y noches sin danza.
No hay conjuro viejo ni estrella caída
que pueda igualar tu maldita osadía,
ni diosa olvidada, ni augurio fatal,
que arranque tu hechizo inmoral y letal.
Cautivas silencios, desatas tormentas,
eres sortilegio que nadie esquivó;
en la piel del mundo dejas tus cuentas,
como un tatuaje que no se borró.
Eres el presagio que incendia la calma,
un veneno dulce que nadie rechaza,
la risa que duele y acaricia el alma,
una herida abierta que nunca se pasa.
Más fuerte que el mito de un gitano sabio,
más cruel que el destino y su trampa final,
eres fuego eterno que quema despacio,
la maldición que no tiene rival.
Porque no hay conjuro que pueda contigo,
ni bruja, ni mano leyendo el azar;
eres el caos que elige el camino,
la historia que nunca se va a olvidar.