Brillaba en mi envoltura tentadora,
promesa de un dulzor desconocido;
mas fuiste con desdén, frío y vencido,
dejando en el umbral mi sombra y hora.
Probaste en mí la miel embriagadora,
ardió tu boca en fuego desprendido,
mas luego te apartaste, arrepentido,
dejándome en la niebla engañadora.
Y hoy, cual dulce exhausto y desechado,
sin rastro de su aroma ni su esencia,
me encuentro en el rincón del olvidado.
Mas queda en la trascendencia,
el eco de mi néctar desgastado,
recuerdo de una falsa complacencia.