El cuerpo no pesa,
es la sombra lo que hunde.
Cada paso, un nudo,
cada mirada, un pliegue
en el tapiz del mundo.
¿Quién dicta las formas?
¿Quién dispone los bordes?
El agua del charco no sabe
si es espejo o lágrima.
Solo está.
Es ahí,
en lo que no se nombra,
donde el tiempo sucede
sin exigir memoria.
Miras y algo se abre:
no el cielo, no la carne,
sino el hueco que somos
cuando olvidamos ser.