La vejez llega como un suspiro,
un camino que todos recorremos,
es inevitable, es un destino,
un viaje que no podemos evitar.
Los años pasan, las arrugas aparecen,
el cabello se vuelve gris,
los huesos se vuelven frágiles,
pero el espíritu sigue vivo y fuerte.
Las manos que una vez trabajaron duro,
ahora tiemblan con cada movimiento,
los ojos que una vez vieron el mundo,
ahora necesitan ayuda para enfocar.
Pero la sabiduría de la vida,
se queda con aquellos que envejecen,
cada arruga es una historia,
cada cicatriz es una lección aprendida.
Los recuerdos se vuelven más preciados,
cada momento se vuelve una bendición,
la vejez nos enseña a valorar,
las pequeñas cosas que antes ignoramos.
Los niños nos ven como un libro abierto,
buscando respuestas a sus preguntas,
les contamos historias de tiempos pasados,
les enseñamos a ser fuertes y valientes.
A medida que los años avanzan,
el tiempo se vuelve más limitado,
pero eso no nos impide vivir al máximo,
apreciando cada día que se nos da.
La vejez puede ser un desafío,
pero también es un regalo,
nos da la oportunidad de reflexionar,
sobre la vida que hemos vivido.
Así que no temas a la vejez,
es solo un nuevo capítulo en tu historia,
abrázala con amor y aceptación,
porque la vejez es una bendición.