No poseo lo que anhelas,
ni tú ansías lo que poseo.
Si me engañas, desespero;
si te engaño, me revelas.
No persigo lo que celas,
ni resguardo lo que empleo.
Si retengo, me mareo,
si lo dejas, te desvelas.
Que suene este desconcierto,
pues del eco se alimenta,
y en su danza turbulenta
(más aún si estás despierto)
se desliza y se reinventa
cuando el viento va encubierto.