Décima Espinela
En la noche de verano,
bajo el cielo estrellado,
un susurro enamorado
se oye cerca del pantano.
El murmullo es tan humano,
que en su canto se divisa
una lágrima que avisa
del amor que se ha perdido,
por un viento ya vencido
y una luna que agoniza.
Bajo el árbol centenario,
donde el río va despacio,
se refleja el sol de espacio
con su brillo imaginario.
Un suspiro solitario
se enreda con la corriente,
y en el agua transparente
se dibuja una esperanza,
que en la brisa no descansa
y navega eternamente.
En la llanura infinita,
donde el trigo es el rey,
un labriego con su buey
la cosecha bien medita.
Con su mano ya marchita,
va sembrando su destino,
como aquel que en el camino
de la vida va creciendo,
y en sus pasos va sintiendo
un futuro más divino.
En el puerto, los marinos,
preparan su embarcación,
con el alma y corazón
van cantando sus destinos.
Entre redes y caminos,
se oye un canto de sirena,
que en el mar deja su pena,
y al regreso de la mar,
van soñando con hallar
una vida más serena.
Y así la vida prosigue,
con su danza y melodía,
día a día nos guía
por el camino que sigue.
En la noche que persigue,
un susurro nos alcanza,
y nos llena de esperanza,
como el sol en el verano,
como el beso de un hermano,
y la eterna confianza.
