Yérguense entre la espuma de las olas
como a través de un desgarrado encaje;
y en tropel van subiendo —antes que baje
la marea—por los peñascos...
Solas,
asidas a las rígidas corolas
de piedra y sal, respiran el salvaje
viento, impregnan sus ojos del paisaje,
tienden al sol las verdinegras colas...
Es el alba... De pronto, voces, ruidos
quiebran el aire límpido y sonoro;
hay un revuelo de cabellos de oro
y al mar se lanzan raudas las sirenas...
En el agua, al cerrarse, queda apenas
un temblor de luceros derretidos...