Donde tú estás, están la paz y el sueño.
No más noches de lluvia ni alboradas serenas.
Tus fríos pies están fuera del mundo,
se quedaron colgando por el borde
del mundo... Y en tus manos, siempre llenas
de juguetes y besos, ya no hay nada.
Yo distraídamente contaré
un día:
—La ancha sombra
de sus pestañas
oscurecía las azucenas...