Nunca te he visto, mas te pienso y siento
que llego a ti bajo la dulce tarde
y te hallo hermosa cual la estrella que arde
ahora en el vistoso firmamento.
Mas no habré de cantarte, el sufrimiento
obliga a que mi alma el verso guarde;
hoy me siento tan triste y tan cobarde
que ya no quiero echar mi canto al viento.
Dejo, pues que otros canten tu hermosura,
y que mi verso, estrella de la obscura
noche de mi vivir en mi alma irradie,
hasta que al fin se muera como esas
perlas que mueren en la concha presas
¡sin haberse dejado ver de nadie!