En regio baile el Mariscal se apresta
a derrochar la luz de su cultura;
entre la noble sociedad en fiesta
no es menos grande su marcial figura.
Es el festejo en Guayaquil. La orquesta
canta un aire de amor y de locura,
y el paladín de la intachable gesta
da el brazo a la más cándida hermosura.
En continuo bailar, Sucre corteja
la Venus que le sirve de pareja,
a quien deja carísimas memorias;
y en prueba de legítimo cariño
le prende entre las flores del corpiño
el mazo de medallas de sus glorias.