¡Oh Universidad irreal! De pelagra y ascariasis.
De carroña se alimentan los alumnos, despedazados,
se cuecen al fuego, las bestias con ellos aplacan su hambre.
Un rocío de sangre arde en los claustros; musgo
en las paredes, hedionda inmundicia en los pasillos,
gramáticos que ignoran el latín y malhechores
por los caminos. Bajo la niebla parda de sus aulas
se yergue la Gran Mente Vacante, revoltijos de libros
usados como leña para calentar las habitaciones.
Una sabiduría de cabolo arriero únicamente alcanzan.
España se transformó en ancha avenida de quincallería.