Christian Sanz Gomez

Oda a mamá

Ahora educan discotecas, Tik Tok, la pandilla, Instagram,
el haxix, la televisión, los videojuegos, te lo juro mamá...
 
Nadie ayuda con su propio bolsillo a los necesitados,
los gustos no se avienen con las opiniones,
la ropa y los labios de la gente recuerdan sus malas horas,
la risa no es un astro de la galaxia,
no se soporta el castigo ni el útil consuelo,
los secretos y las virtudes no se guardan bajo llave,
Nochevieja es una vomitona universal.
El ardor no se acomoda con la razón,
se apaga la Luna entre un simulacro de histriones,
los cangrejos de las tabernas saben insípidos,
pero tú te vistes como una señora del siglo XIX si vamos a cenar...
 
Este mundo no es tu tipo; ni es el mío, la duda ofende.
Los pensamientos se expresan fuera de las elegantes palabras,
el decoro es un mineral insólito,
el cielo un juicio obtuso con gasóleo de avión,
la plebeyez de turistas un insoportable tsunami,
la neblina de Zara una mancha de petróleo que no deja respirar.
 
Te agradezco la tradición, el «stylo» que me legaste. Las clases
de pintura y música privadas, el amor que en mí vive.
Recuerdo a papá. Y mucho, como tú, lo echo de menos.
Cuido de ti y cuido también el desdén robusto, solidísimo,
que siento por esta realidad abyecta.
Este mundo que es un vil y mediocre sucedáneo del tuyo.
Los acordes de tu corazón permanecen en mí
como un rojo Jinete de la Palabra,
como galope de purpúrea ternezuela.
En la vastedad del firmamento
tu rostro afirma el por qué de las rosas,
la noche fresca como el agua de altas montañas,
la cumplida inteligencia con que verdea la hierba.
Notas de familia y poesía fueron tu vida
hermosa como un sonajero recién lavado.
Eres Verdad que derrama cisnes y dimana aroma de café,
Verdad de copa de jade y fragor de estrella.
(Película de oro y clorofila de Cukor;
¿no véis –aguzad el oído–
el péndulo sonoro de risas en la alberca,
el tufo a cereal en el campo?
Decidme, ¿no es esto acaso la Verdad?)
 
Ahora educan porros, discotecas, facebooks...

A) Mi madre, orgullosa de mi educación (colegios privados, clases particulares de dibujo, música e idiomas), es también una crítica literaria sagaz y que corta a degüello. Siempre le leo todo lo que escribo (excepto los diarios íntimos) y espero su reacción; hoy me dijo que soy demasiado cerebrotónico, poco cálido, que el genio debe ser fácil de asimilar (aunque él mismo posea una gran originalidad), que el destino de cualquier poeta es llegar a ser recitado anónimamente por el pueblo, y, last but not least, que un escritor es un animal racional literaturizado (aunque mentiroso) pero que yo propendo en exceso a la verdad, la sensibilidad lógica, y la razón.
¿Qué querías mamá? Toda tu vida contendiendo para convertirme en un ser exquisito y singular, siempre empeñada en tu desprecio a las masas («son como bacterias» sueles decir proverbialmente) y ahora deseas verme un sosias de la ridícula y vulgarzota Ana Lena Rivera o un doble del ripioso chupacaramelos de Mario Benedetti. Yo persisto en mi ser (caviloso, minoritario, antipopular, elitista, magnificente, grave), a imagen y semejanza de como me creaste y que, en tu fondo, sé que deseas.
Me criaste para que me juzguen los prebostes de Oxford y no las listas de éxitos o de más vendidos de Marie Claire o Lecturas. No, mamá, hoy no es tu día. Criticas a abuelas y madres de cerebro calloso, a políticos y artistas botijeros, eres adorablemente clasista y de espíritu dorado. Hoy es el día de las madres de Mercadona. Tú eres selecta como una hilada fresca de viento en la montaña. Otro día me pondré mi capa McFerlán y tomaremos unos mirlitons juntos.
Como que amo lo bueno y exquisito no puedo sino amarte. Nuestro amor es como lujosa leche de queso de alce. Nuestro amor es como un sinfonier clásico o un sillón pan de oro, como un antiguo reloj de oro. Para otros el pollo de asador con sus patatas renegridas y resecas. De ruc i de senyor se nha de venir de mena. (B) Todos conocemos a gente cruel, sin resonancia, carente de corazón. El tuyo, en cambio, mamá, es una delicada y bondadosa cajita de alabastro. Qué placer vivir contigo, una adorable dama con intenso garbo de clase altoburguesa, pasmosamente inteligente, muy culta; de cada diez cosas que haces nunca ninguna es un error, y eres totalmente incapaz de cometer alguna maldad.
A tu lado (al igual que con papá) he mejorado enormemente, pero una comezón dolorosa de haber sido un hijo imperfecto y energéticamente problemático no me deja de aguijonear. Tengo el alma agotada y marchita debido a desdichados, malhadados hábitos que tomé. Perdóname, inmortal corazón puro, joven maniquí rubio en un país de nieve, golondrina y sabio navío en la mar.
El lenguaje del amor articulado, vivo y veraz, es inevitablemente cursi, cursimente «moelleux». El Bien huele a rama de pino recién cortada. La ternura es un finísimo brillo que solo acaricia recintos claros. Escribo en público (y sé que te disgusta la pública intimidad) lo que nunca me cansaré de decirte en privado: «Je t’aimerai toujours, et aussi plus tard
(C) Solo tú me has amado en esta vida.
Solo pido excusas ante tu amor sin medida.

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