En la penumbra un libro oculta los secretos
de una imposible página, soñada y misteriosa,
que también puede ser terrible o acaso hermosa,
o vana como el tiempo que intuye sus decretos.
Nunca nadie sabrá quién lo escribió: sus retos
me ofrecen la locura y el sueño de una rosa
que ya presumo roja. Sé que una extraña cosa
me habrá entrevisto hurgando por esos vericuetos
que las letras conciben acaso interminables.
Sé que un siglo no vasta para esa lectura,
que a nadie es revelada y que quizás perdura.
Sé que también la página es ciega e impenetrable.
Sé que ningún lector intuye esa fortuna
con que su horror persiste bajo el sol y la luna.