Dicen que en la penumbra el cancerbero
espera tan paciente que su aullido
no termina ya nunca, y que ese aullido
Hiela el alma y el sueño del guerrero.
Hesíodo le concede tres cabezas;
Virgilio tres gargantas le adivina.
Dante le da las barbas, lo conmina
a desgarrar las almas con destrezas
incalculables. Tres cabezas tiene
el perro que custodia los infiernos.
¿Será qué sólo existen tres infiernos
o hay uno que, secreto, él no previene?
Devorar él quisiera soles, lunas.
Devorar él quisiera soles, lunas.