Por qué estas leves formas del sentido,
estos finos tratados de la muerte,
estos labios besados por el sueño.
Por qué la luz si toda luz es sombra;
el elogio de un cuerpo a qué conduce.
Qué pueden las palabras si están solas;
Qué caprichoso el gesto de morirnos
en la nada de Dios o en el espejo
de un muchacho dormido.
Qué cuerpo nos ampara si en la noche
la belleza nos tiende un frágil brazo
como un puente a lo eterno.
Por qué la intimidad como un abismo.
Por qué el aire, sus líneas resonando
en címbalos lejanos, imprecisos;
Qué puede parecerse a estar dormido.
Por qué la daga abriendo en la locura;
de qué puertos buscamos el regreso
como una luz lejana.
Qué entrañables las horas con que el miedo
a veces nos visita por descuido.
Qué sonoras las sombras si al besarse
van besando el dibujo de un amante.
A quién amamos cuando nos amamos.
A quién soñamos cuando nos soñamos.
De qué casa partimos si en la mesa
el fantasma que fuimos permanece
bebiendo un vino oscuro.
Qué puede haber más raro que mirarse
en los ojos del otro, en el espejo
de unas aguas que tientan.