IV
Cantaba: “Salud, día del verano
diáfano, salud mies erguida y río
lleno de cisnes, y salud, hermano
cuyo labio es corola con rocío;
álamo ceniciento en el camino,
novia en cuyo mirar tan dulce y vago
copiado parecía mi destino,
como refleja blanca vela el lago”...
Dijo así la ilusión sobre aquel muerto.
Y alma, tú suspiraste: “el Hado quiera
que se alce un canto en mi quietud postrera.
Y se prolongue mi poema y yerto
lo que amé rememore, en la canción
del Grillo, lira de resurrección.