Augusto Roa Bastos

Elegía de la pena sorda

Quiere un crecido viento
saturado de espinas
esculpir sus murallas en mi frente,
junto al silencio recostado en sombras...
 
Un viento que era ayer por los jazmines
ruiseñor del suspiro,
música del aroma,
nombre de la alegría...
 
Pero tú vienes,
llegas y traspareces
en el asombro de mi voz de luto...
 
Suena tu voz a lluvia en mis vertientes.
Un cacto erige en sus espinas últimas
tus ojos ya sin luz y sin recuerdos.
 
Por mi fatiga fraguan su emboscada
tibios oleajes que en tu busca ondulan
embravecidamente en las arenas.
 
Sólo tú me perduras
en insaciable borbotón de acoso
por los acantilados de mi angustia.
 
 
Y si tu voz ya suena a lluvia, a nube,
a olvido cierto en la aridez del alma,
a cicatriz de antigua agorería,
a eco sin eco, a mineral yacente,
y más y más te pierdo, recupero
cada vez más tu rostro en mi nostalgia
hecha un jazmín doliente,
cuna mortal y en sombras
de tu inmortalidad resplandeciente...

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