Una nada poblada de palabras
Nunca
aun en el aire
libre
cae
apenas una ráfaga la sostiene
sea para hundirla hasta el abismo
calmo
furioso
sostenido y quieto
sobre la totalidad de los saltos
la moneda
lanzada
exiliada
jamás por el azar conocida
aunque tirada bajo circunstancias
hipotéticas
histéricas
se estanca en un remolino
que detenta
un balanceo
entre dos vértigos
luminosamente
sobre una convulsión vertical
aérea
recaída
adopta
la forma de una
f
l
e
c
h
a
fuera de intervalos
y de cálculos remotos
en que la maniobra de su flexión
vigila
sigila
su sombra
para estrecharla
para
de algún modo
apartar despuntar
replegar de ella
la revolución
el combate permanente
olvidado en el declive
para un alguien
una voluntad
una violencia ambigua
anterior al espíritu de la circunstancia
en posesión de espacios aislados
acariciados
dulcemente escupidos
hacia el culto a la probabilidad
en oposición
a la solitaria pluma en la penumbra
salvo que una mano la encuentre
o la frote
en detrimento
de un águila volando
acechando
y meditando como si
una trayectoria suprema un sol metálico
teológico
y supersónico
contuviera el temblor de la mentira
como si
existiera un lugar
lejos de cualquier apariencia
para abandonar
desplegar
y reivindicar
la confirmación del caos
con el peligro de fusionar
algo que está más allá al nivel
quizá
de una distorsión de silencios
tímidos
indiscretos
en los que resuena
una gota en completa formación
oblicua predispuesta al acertijo
a la enumeración de latitudes
a la proximidad del vacío
donde circula
oscuro
aleatorio
sugestivo y obsesivo
la punta de un sismo
sin tratar de sujetarlo
sin sofocarlo
para arrojarlo a la tempestad
construir ahí la multiplicación de los laberintos
y ocular sus secretos en la naturaleza
o en
una moneda
lanzada al aire.