Armando Uribe Arce

Me levanto, me visto y vuelvo a la cama

Por Javier García

Abre la puerta y se va. “Espere, suba cuando yo le indique”, dice Armando Uribe y desaparece. “Ahora pase”, se escucha desde el segundo piso de su departamento, frente al Parque Forestal.

El poeta y premio nacional de Literatura 2004 está acostado en cama: vestido de traje negro, en una pieza semioscura, rodeado de estantes con libros. En su cama hay más, pero sobre todo hablará de Los círculos morados, las memorias del escritor Jorge Edwards. A su lado, en el velador, dos lupas, el teléfono, dos vasos de agua y un crucifijo.

“Así que usted lo tiene”, dice de Feo, su nuevo poemario, que acaba de salir por el sello Lom. No lo había visto impreso y lo hojea con una lupa rectangular, como un texto ajeno.

El poeta, abogado y ex diplomático de Chile en Francia, Estados Unidos y China terminó de escribir Feo en 2010. “Ahora que no estoy obligado a trabajar escribo todo el día”, dice, y saca la cuenta que ha publicado más libros en los últimos 15 años que en los 50 anteriores. En total: 60 títulos.

Armando Uribe Arce (79) agrega sobre su producción: “Mis textos son tan breves, que no los corrijo. Si veo que tienen defectos, sencillamente los elimino. Por eso publico la décima parte de lo que escribo”.

Con Feo, Uribe cierra una trilogía sobre Chile iniciada hace dos años con Baba y seguida de Tonto (2011). Se suman a las novedades en librerías, Ya no doy más, prosaicas que me amáis, ejemplar publicado por Ediciones UDP, donde su autor vuelve a los temas que lo obsesionan: la muerte, el amor y la estupidez.

Además, en los próximos meses, en la misma órbita que los anteriores, saldrán dos títulos nuevos de poesía: Hastío y Hache.

Deuda interna
Hace cinco años el autor de Odio lo que odio, rabio como rabio tiene una insuficiencia respiratoria tras fumar, en promedio, 40 cigarrillos al día, desde los 34 años. Hasta que logró reemplazar el tabaco por galletas de soda.

Pero los achaques no paran. Hace un año padece de claudicación intermitente. “El nombre parece un chiste”, dice Uribe sobre la enfermedad muscular, que le impide desplazarse normalmente, y explica su rutina: “Me levanto, me visto y vuelvo a la cama”.

Debido a la dolencia muscular, Uribe, quien se declara católico, apostólico y romano, no puede ir a misa. “Materialmente, ya no puedo llegar, pero tengo autorización para no ir”, dice sobre el cura que le dio su venia.

Ahora, el poeta toma aire y explica el origen de su trilogía chilena (Baba, Tonto y Feo): “En ella apelo a fenómenos del país donde la tontera y la fealdad son características cultivadas por los más poderosos. Aquellos que toman decisiones por su poder económico y político, desde el surgimiento de Chile hasta hoy”.

Un poema de Feo dice: “A los que ejercen el poder/ financiero, les hace falta/ piedad hacia los pobres ‘entes’/ que viven de salarios, ¿sientes/ tú, gerente empresario, tú bancario, en muy alta/ voz a las viudas?”.

Otros versos del libro describen su presente: “En vida, no morirse es el castigo,/ ya que vivir es pago de la deuda/ del pecado primero original”.

La crítica a la especie es otro de los objetivos de su trilogía: “Al nacer tenemos el deseo y la creencia de ser todopoderoso: y así entra en la vida humana y en el cosmos la muerte y el pecado, donde se cuela la tontería, que trae como cola la fealdad y los defectos”.

Uribe dice que le gusta usar la ironía en su obra, “pero no lo chistoso, como los chistes malos de (Nicanor) Parra, que llama Artefactos. Además, ahora es una persona devorada por su vanidad”.

Ambos poetas se conocieron en la década del 50. Es más, inauguraron su obra el mismo año: en 1954. Parra publicó Poemas y antipoemas y Uribe Transeúnte pálido. “El no era así de vanidoso: los premios lo pusieron tonto”, dice.

Ha pasado más de una hora desde que Uribe abrió la puerta de su departamento. Sigue en cama. Afuera hay 30° de temperatura, pero en Uribe no hay intención de sacarse la chaqueta negra de su traje.

El poeta toma de su lado las memorias de Jorge Edwards, que tiene subrayadas, y lee en voz alta un fragmento: “Tenía un principio de confianza bien anclado en mí mismo. Esa confianza podía derivar de mis ya legendarias buenas notas en el colegio, de mi conversación ágil y buena memoria...”. Uribe cierra el libro con vehemencia. “¡Pura soberbia, atroz! Edwards está senil”, dice sobre el autor y actual embajador chileno en Francia, a quien conoció en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y, en los años 60, en París.

En un momento suena el teléfono. Uribe le aclara a su interlocutor: “Yo ya tengo mausoleo en el Cementerio General”, corta y dice: “¡Son puros mercachifles!”.

http://www.latercera.com/noticia/cultura/2013/01/1453-505044-9-armando-uribe-me-levanto-me-visto-y-vuelvo-a-la-cama.shtml

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