Armando Uribe Arce

Maldito espíritu

Se ha ido asentando en Chile un difuso protofascismo. Fascismo, palabra maldita. Preferiríamos no usarla. Mejor hablar de la “cosa” que contiene aquello, y de sus dos formas: una organización política que se hace del poder; y un espíritu (más que una ideología) que precede la toma del poder y acompaña su frío y en ocasiones (creemos que siempre), macabro ejercicio.

Pensemos en los clásicos europeos de la primera mitad del siglo; pero sin reducirnos al aspecto histórico que entonces asumiera para mal de los hombres y mujeres y niños, y enfermos y viejos, y razas y enemigos y oponentes: para todos en el fondo.

Hay un fascismo actual y actuante, histórico, preciso, y hay el espíritu seco, cruel hasta cruento, subrepticio, ordinario, corriente, cotidiano –que puede o no, según las circunstancias desembocar en el régimen que así ha sido llamado.

Sobre tal espíritu, más generalizado y durable que el poder fascista y que además lo precede y lo sigue, Leonardo Sciascia, el italiano más grande en letras (y en política de las últimas décadas, habló y escribió maestramente. Dijo que se trataba de algo difuso, manifestado en los tratos personales, dentro de las familias, en el trabajo, en las calles, como agresividad apenas contenida y dispuesta a fuerte violencia en las crisis, no de los individuos sino sociales, con manifestaciones supersticiosas en que algunos personajes alcanzan categoría de fetiches, una enorme irracionalidad enmascarada por raciocinios débiles y simplistas pero tenidos por verdades de culto, desdén hacia las capacidades superiores y respeto a lo que se considera la excelencia de las mediocridades, corrupción pequeña legitimada en las costumbres, unos cuantos grandes negociados, descomunalmente aprovechando leyes duras para la mayoría aunque laxas para los pocos; nacionalismo de pura boca pero estridente y majadero. Sigue la descripción pero con esto basta.

Terminadas las citas respondamos a la pregunta que flota. Lo primero que hay que hacer con el fin de atacar este fascismo en ciernes chileno, cuyas expresiones se han agudizado a simple vista (y bien se supone que hay otras más graves y secretas), con la tremenda crisis Pinochet, es tener neta conciencia de que existe y está coleando.

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