Penetré tu piel y me abrasó tu alma
rota desde el alba que te dió el mundo;
me envolvió tu ausencia y abracé tus llamas
porque, roto, también yo me bifurco.
Circundé el curso de tus muslos
y descubrí un océano en mis entrañas,
lo surqué y me impusiste tu mirada
y su reflejo me mostró un sepulcro.
Metáforas de flores sostuvieron
al estero que brotaba de tu piel.
Te coroné sutil con el sereno.
Te di las aves que hallé en mi desnudez.
Y un día un colibrí voló al estero
y el hambre de mi alma se rindió a tu sed.