Los hombres son cáncer para la tierra;
las mujeres sólo un tumor benigno
que sigue su camino
sin ejercer la guerra.
Me gustan las mujeres
pero ellas se defienden
sin cuchillos ni armas; usan sus puños
como hombres; a veces tienen suerte
y libran la navaja en un segundo,
pero su sangre suele
salpicar el sudor del homicida.
Me gustan las mujeres
pero ellas se defienden.
Algunas pelean con sus lágrimas,
que pegan como piedras al corazón
de unas cuantas bestias.
Ciertos hombres—como yo—
proferimos un poco de su lengua
y les damos de cerca
una anatomía de los cuchillos;
ellas, a cambio, nos muestran sus libros,
que huelen a poema,
y en sus páginas vemos las estrellas.