En la mesa de amor brilla la estrella,
con aromas que envuelven la emoción;
un guiso que a la noche deja huella,
manjar divino, pura devoción.
El maíz en la olla danza y canta,
se ablanda entre burbujas de calor;
la miel de piloncillo se levanta,
caricia dulce al alma y al sabor.
Canela y clavo en vuelo perfumado,
dibujan en el aire su oración;
su esencia envuelve todo lo sagrado,
abriendo corazones con pasión.
Pasas, almendras, frutos en despliegue,
se hunden en este caldo celestial;
las nueces con su crocante se entregan,
creando un himno puro y familiar.
El tiempo, sabio guía de la cena,
calienta lentamente el corazón;
la mesa ya se tiende en Nochebuena,
la magia de la vida en comunión.
Con cucharas de fe y de alegría,
cada sorbo es un viaje al porvenir;
se brinda por la luz de un nuevo día,
y el alma se descubre en el sentir.