Era dorado, de forma sencilla,
colgaba en la oreja con discrecion.
No tenia rubi ni maravilla,
pero brillaba con conviccion.
Lo perdi en la calle o en la fiesta,
quien sabe en que abrazo o movimiento.
Y su gemelo, ahora, se detesta,
con un hueco cruel en el aliento.
Lo busque debajo de la cama,
en bolsillos, entre los cojines,
pero solo halle polvo y mi drama
y el eco de antiguos desatinos.
Ahora el solitario reposa
como un corazon que espera al par.
Un arete solo... es otra cosa:
un suspiro sin poder volar.