En tu bitácora, verbo y sortilegio,
se quiebra el tiempo y nace lo infinito,
el mundo gira en un extraño rito,
y el caos se ordena bajo tu consejo.
Cortázar, guardián de aquel azulejo,
donde el azar es siempre lo bendito,
allí respira el juego más bonito,
donde el ayer no es más que un reflejo.
Rayuela dibuja caminos al viento,
cronopios danzan entre los relojes,
y el verbo canta en lenguas inmortales.
Tu pluma incendia un extraño contento,
creando mundos en que tú te alojes,
rompiendo siempre las leyes formales.