Joaquín Sabina

Ataque de tos

Tendrías que haber visto el careto angelical de un servidor
el día de mi primera comunión.
 
Disfrazado de contraalmirante y repeinado en pelo con fijador,
no veas cómo era el cante que iba dando yo.
 
Cuando el párroco se inclinó hacia mí temblé de emoción,
iba a llegar a mis labios el dulce manjar.
 
Pero no puede recibir el sacramento,
me lo impidió un violento ataque de tos.
 
Dieciséis veranos después me vi de pinguino ante el altar otra vez
decidido a casarme por fin con Mari Cruz.
Al sonar la marcha nupcial a mi pobre suegra le dio por llorar,
me hizo un guiño la novia bajo el velo de Tul.
 
‘¿Quieres –dijo– Frai Bernabé por esposa a esta mujer?’
Raudo y feliz iba yo a responder que sí.
 
Pero no pude consumar el casamiento,
me lo impidió un violento ataque de tos.
 
Cuando la parentela que nunca me tragó supo que me moría,
alrededor del lecho del dolor velaron noche y día.
Pero no soy tan tonto para no advertir
que al calorcillo de la herencia
se reconcilian Abel y Caín y el Tajo pasa por Valencia.
 
La bruja de mi nuera ‘Papá –me dijo– le conviene testar,
póngase usted gafas, le traigo pluma y papel.’
 
Pero no conseguí firmar el testamento
porque me mató un violento ataque de tos.
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