El invierno rebosa en mis pulmones,
y astros marchitos caen desde el cielo,
pero me ahogo en tétricas canciones
al escuchar tañer el violonchelo.
En las atávicas constelaciones
anda el pasado en su infinito vuelo,
asimismo la estrella de neutrones,
al errar en la nada, y sin consuelo.
He visto el cielo azul mudar de piel,
cuando tu nombre el véspero titila
en cuyo firmamento va un bajel
y urdo su reflejo en mi pupila.
Puedo escuchar un canto ceniciento,
es tu voz, extraviándose en el viento.