Isaac Freire

Aún nadie llega

siempre

...
hay un ruido que me cae como una herida
y me palpita en las sienes, sobre mi cabeza.
Solo deseo ser ese primer fuego, del inicio del reloj,
deseo ser sobreviviente en la cuna del álamo,
apenas poder conservar mi palabra
y un racimo de frutas aún no maduras.
 
Corazón, palabra, ciprés que llevo dentro
ronroneo del día. Palabra anciana
mis tibios párpados verdes andando,
mi apellido al alba y en la carretera. Las voces
y vísceras de un animal dormido.
 
Poeta que llora y que escribe, que se esfuma.
Cárcel y vientre de hierro. Vasija sonriente.
Soy un loco amarrado a los claveles y
con altas dudas de si vivo o muero.
Mírame, alto álamo, alta cumbre del placer andino
soy yo, tu hijo, la piedra de la piedra
y el potente grito caído.
 
Soy el crujir de un puñado de pétalos
anclados al cerezo en medio del parque,
en medio de la nada y de la vida.
Pues nada soy, pero todo tengo.
 
Soy esa flor tremendamente alegre y desnuda
que se desviste a las ojos del acantilado,
soy la memoria gris de un día de duelo,
el deseo hecho carne húmeda y sexo.
Yo soy y yo tengo y de esa razón mis manos de lino.
 
Alarma. ciudad desnuda y dormida,
estoy manchado de oro, soy la fruta excitada
por verse comer.
 
Bajo el gran campanario de voces y de sombras,
bajo e viento del norte y el perfume del sur, vamos,
seamos la lluvia triste del capitán y en su cuerpo las olas,
las olas largas y llenas de trenzas.
Nuestro cuerpo lleno de gemidos y de dudas, de dolores,
soy y somos como las flautas llenas de aire y esperma,
de tantas bocas consumidas como dardos nacientes,
estamos en nuestro momento de abandono.
Seamos el momento antes de podrirse.
 
Es el momento del reloj, de las ciruelas y estaños.
Es la hora de despeinarnos al viento y mojar nuestros labios,
es la hora de vaciar los huesos y morir contento.
Ahora la espesa niebla cubre mi llanto y mi mañana,
una larga hilera de desperdicios, una selva incrustada
en mi lápiz y sentido.
la mañana de caricia y las grietas de la ventana colgadas
de mis entrañas, suave caricia de marola, dame de comer.
 
¿Imaginas la ciudad sin los vientos?
rogaría por tener la potestad de matar o de vivir,
de entregarme sin un corazón pero con todos los
sentimientos, imagino mi dolor y mi crueldad de matar.
Imagino al millón de las flores bruscas y extensas,
imagino su dolor, su dolor anclado a las piedras.
¡que suave caricia de sangre y miseria!
Hoy tu cuerpo me pide silencio y le doy la vida.
 
Yo soy un hombre, un hombre que no sabe de sus muertos,
soy pura pupila, amplia y deshecha en licor, soy
el martillo y el golpe, soy el sonido antes del acto,
soy la razón y la pezuña de la lluvia.
Me entrego así, sin razón a la desidia de las frutas,
a los niños y niñas de agua y veo en la plaza mi cara fea.
Hoy un pensamiento me cruza el ala y me agita,
hay doce ladridos de un perro o perra hambrienta,
hay alguien que ríe y llora,
hay un señor tejiendo con esperma una cortina y del cielo
un trozo de pájaro se apresta a cantarme,
se apresta a hacerme suyo, al alba,
hoy ese densa bruma que pesa sobre mi espalda se hace agua,
casacada,
piel y viento.
Hoy es el día menos pesado de mi vida, ya no te tengo
ya mujer de mil abrazos, dame el fuego,
dime que mi voz es la voz del que muere,
que mi voz está como muerta
y que el llanto se hace pesado y carga a los relojes,
ya se anuncia el tiempo de las naranjas y de sus almas,
ya se anuncia mi partida,
ya se anuncia mi piel vencida y torturada.
Mi piel de sal, cubierta de hongos y un llanto amarillo.
 
A veces nadie llega a nuestra esquina, y
esperamos toda la vida con nuestras manos lavadas,
nuestra cara adornada de soles y de pinturas,
nuestro sexo primerizo, lleno de cristales y crisálidas,
pero nadie llega.
A veces la tristeza nace en el subsuelo,
cae el picada partiendo a las moscas y a sus cuerpos,
se apresura a cantar en el vientre de los lagos y
en la ternura de los lirios, se apresura
a ver nacer o morir a las uvas, se
apresura al canto y cuerpo de las amapolas,
a las dunas y astros celestes
pero nadie llega
 
Esa larga tristeza camina descalza por la arena
y se incrusta en la vida del mar, de las gaviotas,
canta en los barcos y se hace rumor
Se apresta a cantar en las alas y en los huecos
de las mentes de los pájaros idiotas.
pero nadie llega.
 
Yo pienso, pienso mucho en aquella tristeza
en esa tristeza con cuerpo de gradas, de chocolate,
cuerpo de mujer, de hombre, de utilidad o de polvo,
pienso en su risa contaminada de globos,
pienso en sus ojazos de luto, pienso
en su caverna y en sus tallos, en la enorme fiesta del sol
y de los días, los días contados a la par de un verbo
pero nadie llega.
 
Pienso con en un anillo dentro del verano
y en las manos de los cerezos muertos y ancianos
llegando antes, muchísimo antes a la primavera.
Hoy vengo a ver mis orígenes dentro de mis semanas,
vengo atrasado a la bruma y tengo
en mis hojas la caricia del viento y el golpe
de las raíces de todo árbol
pero nadie llega.
 
La misa de la ciudad ya se ha anunciado,
es sábado, con un rumor de domingo y
se aprestan a nacer las aureolas y las señoras,
hay un catecismo de palabras en fila e incrustadas en la piel
de los niños, de sus trajes blancos.
Vengo desabrido, con mi aliento de horas y
mi llanto de esperma, estoy adornado de lívido y madera
y ya en mí se sujetan los cirios,
tengo aún más el desorden de las mañanas y claveles,
algo en mí, algo en la llanura me llama
algo tan cercano a la palabra ansiedad,
un sabor ligero de viento y limón me pesa en el alma
y me embarga con todas mis cortinas y mis hijos
pero nadie llega
 
¡Piedad¡piedad¡que mi alma ya es mar y espiga,
que el sol ya adorna mi cuerpo y mis costado, piedad
que la semilla no se hace árbol de la noche a la mañana,
piedad que el tibio golpe aún está en el limbo
pero nadie llega.
 
Pido una hora, un instante, un estaño y un mineral
para lanzarme a la vida en tu búsqueda.
 
Quiero, por lo demás, estar en la indagación permanente
de la verdad, de los criaderos de dulzura y saliva,
quiero compañero o compañera que no dejes
que mi boca se sienta sola, abandonada al azar
entre los enormes astros de leche que surcan el espacio.
 
Quiero que me adornes de alfileres y que llores cuando llore
que seas mi única verdad,
que los campos aptìsimos y duros sean ancianos
en mi espera,
quiero que tus gritos sean frutos desasidos por la humedad,
quiero que todos mis rincones
sean carcomidos por las ideas de dulzura
y una pizca de inconformidad me anide en el alma.
 
Quiero escribir de los pájaros
o de las esquinas, pero nadie llega.
Preferido o celebrado por...
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