Isaac Freire

Luciérnaga

y compañero, ¡ay compañero!
Abre la luciérnaga y enciérrame ahí dentro.

...
 
ay, compañero
y cada día cuando vivimos
        morimos un poco más
—cada día más—
rodeados estamos de botellas con plásticos vacíos
en una sala inmensa como alas de abeja
acartonados en la silla roja de una danza butoh
ay, compañero
cada día se une el peso del número a la conciencia
cada día cuando se vive se muere un poco más
ay, compañero
cada día tenemos una estrella recién cortada
preparada en el desayuno.
ay compañero, cada día, preparamos la uña
la mesa, el tobillo y hasta la sombra
y nos disponemos a mirarnos más, cada día
surge el breve rezago del biberón
y el encerrarse, de nuevo, en el vientre maternal
es la posibilidad más tácita de sentirse vivo – ¿o era muerto? –.
 
Cada día, compañero
miro la imposibilidad; cada día el ejercito de la sal
se desploma en mis ojos; cada día
la reverberación de la espada se vierte en mi cadera; cada día
el monzón de aliados míos se desvanece; cada día
despierto con los pies despiertos, cada día
miro mis ojos y siguen ahí
 
ay, compañero
dame una bala y un pulgar
un residuo y un andarele; una radio y un pez.
Ay compañero
vísteme de ceniza
señala el lugar de la crianza del laurel
corta el escombro mío
mueve la noche y colócala detrás tuyo
vísteme de voces y arrullos de gente diminuta.
Fragua conmigo la posible escama
 
y compañero, ¡ay compañero!
Abre la luciérnaga y enciérrame ahí dentro.
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