Francisco Gabilondo Soler
Con su garrote, con su morral,
viene un conejo por el trigal.
Animalejo, ven hacia acá,
¡hola, conejo! ¿cómo te va?
 
Conejito, ¿Cómo te llamas
de dónde vienes? Por favor di.
En el fresco, bajo las ramas,
platicaremos. ¡ven por aquí!.
 
A mi amiguito de cola blanca
en una banca lo hice sentar,
pues el conejo venía de lejos,
muy fatigado de caminar.
 
—Una lechuga es lo que quiero
dijo el viajero con ilusión.
Una lechuga fresca y sabrosa
Esa es la cosa que quiero yo.
 
—Pues lo siento mucho, conejo,
es imposible. ¿qué puedo hacer?
Mis lechugas son de oro y plata,
pero no sirven para comer.
 
El conejito se contrarió,
dió media vuelta y se marchó.
Por los trigales oigo su voz.
¡Epa conejo! ¡vete con Dios!.

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