Afuera de su cabaña,
ya casi al amanecer,
una negrita pequeña
tenía el capricho de ver,
de ver brillar en el cielo
la luna tropical;
esa luna de nácar
redonda maraca
que sale del mar...
La negrita Cleta Dominga
(curucutí, curucutá)
quiere ver que salga la luna
(curucutí, curucutá)
pero estaba el cielo nublado
(curucutí, curucutá).
“Me atormenta verte llorando,
no llores, negra, que ya saldrá.
Me atormenta verte llorosa
ay, primorosa, no llores más.”
Y como en boca de lobo,
la obscuridad se cerró
sin un clarito en las nubes,
ni tan siquiera un jirón.
Más la negrita esperaba,
no hacía más que esperar,
a esa luna de plata
que sale temblando mojada del mar.