Francisco Gabilondo Soler
Un chinito estampado en un gran jarrón
fue acusado de decir:
“¡Yan-tse-amo-oua-ting-i-pong-chong-ki!”
 
El chinito no quería
ya vivir en el jarrón,
pues estaba dibujado
en las garras de un dragón.
 
El chinito fue obligado a volver allí...
pero antes dijo así:
“¡Yan-tse-amo-oua-ting-i-pong-chong-ki!
¡Mow-sang-li... kou kao!”
 
Cierto día que pasaba el emperador,
el chinito le gritó:
“¡Yan-tse-amo-oua-ting-i-yan-chong-chong!”
 
Cien puñales apuntaron a su corazón,
pero él pidió perdón:
“¡Yan-tse-amo-oua-ting-i-chan-chung-fong!”
 
El monarca, con clemencia,
a sus guardias ordenó:
“¡le concedo la existencia,
mas no sale del jarrón!”
 
Por mil años el chinito se quedó allí
y jamás volvió a decir:
“¡Yan-tse-amo-oua-ting-i-pong-chong-ki!”
¡Hai-lak! ¡Ni sei-lok, sei-lok!"

(1934)

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