Dulce María Loynaz

¡Cuántos pájaros ahogados en mi sangre, sin estrenar sus alas en el aire de Dios, sin acertar un hueco hacia la luz!

Los esperaba la misma inmensidad del cielo, el libre espacio de las criaturas libresla nube, la estrella, el rayo....

Y ellos apretujándose en mis venas, abatiéndose en mi garganta, golpeando vanamente ese frágil e inexorable muro de huesos.
¡Cuántos pájaros ahogados me van pasando ahora por este río lento de mi sangre!... ¡Qué ciega muerte la que llevo dentro! Muertes mías y muertes ajenas, muertes de tantas vidas que me dieron y que no supe nunca vivir.

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