Gabriela Mistral

A mi madre.

I.- APEGADO A MÍ

Velloncito de mi carne –que en mi entraña yo tejí– velloncito friolento– ¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol– escuchándole latir:– no te turbes por mi aliento,– ¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa – asombrada de vivir – no te sueltes de mi pecho,– ¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido – ahora tiemblo hasta al dormir. – No resbales de mi brazo;– ¡duérmete apegado a mí!

II.- YO NO TENGO SOLEDAD

Es la noche desamparo – de las sierras hasta el mar. – Pero yo la que te mece,– ¡yo no tengo soledad!

Es el cielo desamparo – pues la luna cae al mar. – Pero yo, la que te estrecha,– ¡yo no tengo soledad!

Es el mundo desamparo. – Toda carne triste va. – Pero yo, la que te oprime,– ¡yo no tengo soledad!

III.- MECIENDO

El mar sus millares de olas – mece divino. – Oyendo a los mares amantes– mezo a mi niño.

El viento errabundo en la noche – mece los trigos. – Oyendo a los vientos amantes– mezo a mi niño.

Dios Padre sus miles de mundos – mece sin ruido. – Sintiendo su mano en la sombra– mezo a mi niño.

IV.- LA NOCHE

Porque duermas, hijo mío,– el ocaso no arde más: no hay más brillo que el rocío,– más blancura que mi faz.

Porque duermas, hijo mío, – el camino enmudeció; – nadie gime sino el río;– nadie existe sino yo.

Va anegando niebla el llano. – Se cerró el suspiro azul. Se ha posado como mano – sobre el mundo la quietud.

Yo no sólo fui meciendo– a mi niño en mi cantar:– a la Tierra iba adurmiendo– al vaivén de mi cunar...

V.- ME TUVISTE

Duérmete, mi niño, – duérmete sonriendo, – que es la ronda de astros– quien te va meciendo.

Gozaste la luz – y fuiste feliz. – Todo el bien tuviste– al tenerme a mí.

Duérmete, mi niño, – duérmete sonriendo, – que es la Tierra amante– quien te va meciendo.

Miraste la ardiente – rosa carmesí. – Estrechaste al mundo:– me estrechaste a mí.

Duérmete, mi niño – duérmete sonriendo, – que es Dios en la sombra– quien te va meciendo.

VI.- ENCANTAMIENTO

Este niño es un encanto– parecido al fino viento: si dormida lo amamanto,– que me bebe yo no siento.

Es más dulce éste al que río – que el contorno de la loma; – es más lindo el hijo mío– que este mundo a que se asoma.

Es más rico este niño– que la Tierra y que los cielos:– en mi pecho tiene armiño– y en mi canto terciopelos...

Y es su cuerpo tan pequeño– cual el grano de mi trigo:– menos pesa que el ensueño;– no lo ven y está conmigo.

VII.- LA MADRE TRISTE

Duerme, duerme, dueño mío, – sin zozobra, sin temor, aunque no se duerma mi alma, – aunque no descanse yo.

Duerme, duerme y que en la noche – seas tú menos rumor – que la hoja de la hierba– que la seda del vellón.

Duerma en ti la carne mía– mi zozobra, mi temblor. –En ti ciérrense mis ojos, – ¡duerma en ti mi corazón!

VIII.- SUAVIDADES

Cuando yo te estoy cantando,– en la Tierra acaba el mal:– todo es dulce cual tus sienes:– la barranca, el espinar.

Cuando yo te estoy cantando,– se me borra la crueldad:– suaves son, como tus párpados,– ¡el león con el chacal!

IX.- CANCIÓN AMARGA

¡Ay!, juguemos, hijo mío,– ¡a la reina con el rey!

Este verde campo es tuyo. – ¿De quién más podría ser? – Las alfalfas temblorosas para ti se han de mecer.

Este valle es todo tuyo. – ¿De quién más podría ser? – Para que los disfrutemos– los pomares se hacen miel.

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas – como el Niño de Belén – y que el seno de tu madre– se secó de padecer!)

El cordero está espesando– el vellón que he de tejer. –Y son tuyas las majadas. – ¿De quién más podrían ser?

Y la leche del establo – que en la ubre ha de correr – y el manojo de las mieses– ¿de quién más podrían ser?

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas – como el Niño de Belén – y que el seno de tu madre– se secó de padecer!)

¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío,– a la reina con el rey!

X.- MIEDO

Yo no quiero que a mi niña – golondrina me la vuelvan, – se hunde volando en el Cielo – y no baja hasta mi estera; – en el alero hace el nido– y mis manos no la peinan. –Yo no quiero que a mi niña – golondrina me la vuelvan.

Yo no quiero que a mi niña – la vayan a hacer princesa. – Con zapatitos de oro– ¿cómo juega en las praderas? –Y cuando llegue la noche – a mi lado no se acuesta... – Yo no quiero que a mi niña – la vayan a hacer princesa.

Y menos quiero que un día – me la vayan a hacer reina. – La pondrían en un trono – a donde mis pies no llegan. Cuando viniese la noche – yo no podría mecerla...

¡Yo no quiero que a mi niña– me la vayan a hacer reina!

XI.- CORDERITO

Corderito mío– suavidad callada:– mi pecho es tu gruta– de musgo afelpada.

Carne blanca como– manchita de luna: lo he olvidado todo– para hacerme cuna.

Me olvidé del mundo – y de mí no siento – más que el pecho henchido– con que te sustento.

Tu fiesta, hijo mío – me apagó las fiestas y sé de mí sólo – que en mí te recuestas.

XII.- ROCÍO

Esta era una rosa– llena de rocío:– éste era mi pecho– con el hijo mío.

Junta sus hojitas – para sostenerlo – esquiva la brisa– por no desprenderlo.

Descendió una noche– desde el cielo inmenso:– y del amor tiene– su aliento suspenso.

De dicha se queda– callada, callada:– no hay rosa entre rosas– más maravillada.

Esta era una rosa– llena de rocío:– éste era mi pecho– con el hijo mío.

XIII.- HALLAZGO

Me encontré este niño– cuando al campo iba:– dormido lo he hallado– sobre unas gavillas...

O tal vez ha sido– cruzando la viña: al buscar un pámpano– toqué su mejilla...

Y por eso temo – al quedar dormida – se evapore como– rocío en las viñas...

XIV.- MI CANCIÓN

La canción que yo he cantado – para los niños dolientes, – misericordiosamente– ¡cántame!

La canción con que he arrullado – a los niños doloridos, – ahora que me han herido– ¡cántame!

La luz cruel hiere mis ojos– y me turba todo ruido:– la canción con que he mecido– ¡cántame!

Cuando yo las fui tejiendo – con blandura fiel de armiño, – no sabía que era niño– mi pobre alma.

La canción que yo he cantado – para los niños dolientes, – misericordiosamente– ¡cántame!

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