Una flor de azahar me diste un día,
que ya perdió su aroma y su hermosura:
para siempre murió cual mi ventura;
marchita está cual la esperanza mía.
Sobre su cáliz lágrimas vertía,
lágrimas de dolor y de amargura:
vertí llanto de fuego en mi locura,
y mi llanto tal vez la abrasaría.
Y al recordar que un tiempo ya perdido
bella y lozana embalsamó el ambiente,
mi pobre corazón lanza un gemido.
¡Ay! lo recuerda con pesar mi mente:
también un tiempo venturosa he sido,
y el desengaño marchitó mi frente.