¿No lo sabéis quizás? Yo sé la historia.
El ángel, que velaba
Sus purísimos sueños, no ignoraba
que la niña soñaba con la gloria.
Y él, que amaba sus gracias virginales,
pidió al Señor la cándida criatura;
y le dijo el Señor: aquí en la altura
celebrad vuestras bodas celestiales.
Cumplió el ángel su anhelo;
desató el lazo de la humana vida,
y llevando a su dulce prometida
en sus brazos, dormida,
como lleva una madre al pequeñuelo,
al celestial edén tendió su vuelo.