El tele-humano platónico
saca la cabeza de su caverna
y al segundo piensa:
¡ya he visto suficiente!
Y sin rumbo armónico,
el tele-humano platónico
frente a la tele hiberna
y laten las estaciones
mientas los otros piensan.
Y sin la rémora dubitativa
del que a veces se arrepiente,
cierra los ojos,
se pone sus tapones,
aniquila las sombras,
da sepultura a la duda
y se asegura
de que nada,
nunca más,
vuelva a perturbarle.
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