Algo me está buscando por el campo,
o por el bosque negro que fue verde:
Algo de claridad pero sin forma,
como un sonido inmenso que bajara
desde un cielo apartado
por el cielo que existe.
* * *
Nunca supe quién soy,
pero voy
a ser lo que tú quieres sólo siendo
en el sol absoluto donde ardiendo
mueres porque eres.
Voy a ser la eternamente llama
de tu espiga de fuego;
mi resplandor entrego
a tu doliente niebla que me llama.
Caigo en tu corazón que ha de perderse
para que aprenda a rehacerse
desde el cristal azul del océano
al sarmiento quemado de una mano
cerrada al deshacerse.
* * *
Los álamos inciertos de las almas
se alejan por el campo.
Los álamos se alejan, Bronwyn.
Los gritos permanecen y el incendio.
* * *
¿Creíste que no te oía
cuando dijiste:
subes bajo las verdes nubes,
de la tierra que hiciste
blanca en un mediodía
rojo como la herida en que perdiste
lo que a tu corazón te unía?
¿Creíste que no te oía
más allá de las olas
cuando las sombras solas
eran mi todavía?
* * *
Por las sombras desciendo hasta la torre
y vuelvo a ver el mar rojizo
anaranjado.
Y vuelvo a ver los muertos, la corona
de flores aterradas.
¿Creíste que no vendría
junto a las negras rocas,
cuando de nuestras bocas
el cielo renacía
convirtiendo el espacio
en de plata palacio,
la distancia
en nuestra eterna estancia?
¿Creíste que era muerte
la noche de la suerte,
y el fin de la canción
mi desaparición?
* * *
Un nombre estaba escrito sobre el agua,
fue dicho desde el agua, Bronwyn,
entre cienos y miedo a los abismos
bajo las grandes aves transparentes.
* * *
¿Pudiste imaginar
en la noche del mar
que no respondería,
sin hallar
la voz con que diría
dónde me has de encontrar?
¿Pudiste suponer
en la niebla del ser
que no contestaría
y que no encontraría
la voz para poder
responder?
¿Y pudiste pensar
que jamás tornaría
tu nombre a concitar?
* * *
Empujo las paredes calcinadas.
Las inscripciones crujen
y los acordes siguen rechinantes
sobre la superficie rota
del olvido esencial.
*
Te vuelvo a repetir
que siempre esperaría.
No me dejes de oír.
¿Pudiste concebir
en tu triste existir
que nunca volvería,
si es que me pude ir
y que te dejaría
sin venirte a decir
que no quieras morir?
* * *
No siempre puedo recordarte
bajo los grandes trozos de silencio
que me aplastan y dejan en ceniza
tan sólo perseguido
por un sonido oscuro
y por las lentas avenidas grises
de un orbe sin final y sin principio.
* * *
¿Y dejaste a la nada
tu esperanza abrasada
abandonando al fuego
todo el humo del ruego?
¿Y soñaste perder entre las hierbas
el anillo de luz en que conservas
el signo de mi eterna persistencia
en la espiral oscura de tu esencia?
¿Y llegaste a creer
no ser?
* * *
Bronwyn, ¿estás aunque no nunca
pueda?
* * *
¿Olvidaste
mi primera mirada
cuando me desnudaste
estando ya desnuda y entregada?
* * *
La tierra es diferente de la tierra
y el cielo es otro cielo cuando ya.
La luz me está pensando desde el otro
lado del muro blanco de un milenio.
* * *
Estoy en un espacio que no puedes
abrir con los espinos de tus manos
humanas, temblorosas.
Yo destruiré las redes
de todos los arcanos y las rosas
tenebrosas.
Retornaré al pantano gris
y volverá el instante lis
de envolverte en mi luz
más allá de la torre y de la cruz
con relieves,
para que tú me lleves al lugar
en que nunca nos podrá separar
ni el filo de una espada,
ni la doble amenaza de la nada.
Algo me está buscando entre las hierbas
azules de otra vida.
Algo como una imagen sacramento,
como una niebla de temblor.
* * *
Me has llamado Daena,
Shekina me has llamado,
así me has consagrado:
La que Desencadena.
Ten fe en tu pensamiento
de siquiera un momento.
Quiere lo que deseas
para que siempre seas.
Es porque tú eres mi ángel
que me sabes tu arcángel.
Con nocturna ceniza entre tus labios,
Bronwyn