Dios con siete collares planetarios,
con mujeres de piedra y pensamiento,
con aullidos de cal en movimiento
con relieves y rojos santuarios.
Hasta las altas llamas son sudarios
ante tu desgarrado monumento
en el que sólo canta un elemento:
el amor que desfonda los sagrarios.
Bestia llena de flores y granates
halo de rosas roncas de rumores,
esposo repartido en el abismo…
Hablo de los pacíficos combates,
de los ciclos de música y colores.
Por las montañas hablo de mí mismo.