Ha llegado el otoño, y su zumo,
en las hojas, destiñe el verdor
y de un cobre celeste enfurece,
en el viento, las hojas, sin sol.
Hiere un árbol la tarde, y las hojas
ensangrientan la tierra sus pies,
y parece que el tiempo se muere
y parece que yo moriré.
Y la tierra, las hojas y el árbol
sangran todos, con rojo fulgor,
y parece que el mundo desnudo
palpitase como un corazón.