¿A qué rincón, Señor, de aquella noche,
huiste cuando el sueño me apresaba
y no tenías ya mi corazón
para afilar en piedra tu guadaña?
¿A qué rincón te fuiste - dime, dime -,
si mis ojos cerrados no miraban
tu cruel existir y era mi sueño
como una muerte tuya ya lograda?