He adelantado mi esperanza,
como una mano, largamente;
os he tocado en ese mundo
que ahora os tiene para siempre.
Pero estáis muertos, y no puedo
elevarme hasta vuestra muerte,
porque soy tierra, soy materia,
y vosotros luces celestes.
Aunque me hunda, aunque me arranque
y hasta la sangre me golpee,
no he de encontraros ya, viejos amigos;
os habéis ido para siempre.
Solo, en la noche, yo os recuerdo,
y hasta el recuerdo se desvanece.
Ya nada sois: vaga amargura,
que se deshace tristemente.
Y me avergüenzo de este cuerpo
que entre los vivos me sostiene.
Muertos estáis, y con mi vida
no he de encontraros en la muerte.