Bajo la tierra seca,
arden eternamente vuestras llamas
por un aire sin pájaros,
eternamente alimentadas.
Madre terrible, exprime
del cuerpo vuestra alma,
que, como gota triste
de luz desnuda y blanca,
brota en los aires puros
donde Dios se derrama.
Estáis muertos, hundidos,
pero su soplo ya os traspasa,
y crecéis y crecéis, durante siglos,
y le estáis contemplando cara a cara.