Señor: si no eres carne, ¿qué te has hecho
para que yo creciera en tus entrañas
igual que un hijo tuyo, padre y madre
de este barro mortal que hacia Ti clama?
Y si Tú eres, Señor, tan sólo un sueño
que de mi ser humano se levanta,
¿por qué ahora la triste carne mía
no es el Dios infinito que soñara?