Si me buscas, No me encuentras, Si me llamas, No te ofrezcas. Es tan pesado el destino,
Entre la prosa y tú, Está la poesía, Que sale de día, Y se pierde de noche. Cantan los reproches,
Se dice que en Burj khalifa, Se mide su altura, En el consumismo, De su altruismo. Gigantes dormidos,
Cuando vuelvas asegúrate, De destapar el vino, Fantasear destino, Compartir deseo conmigo. Cuando vuelvas ignora,
Samir cayó abatido, Frente a su casa, Una mañana sin ruido. Corría el mes de febrero, Las flores morían,
Apenas y se asomaba, Por la única ventana, Que daba a la calle. Era un hombre amenazante, Para los vecinos un asaltante,
¿Sabes de aquella casa? La que tiene un candelabro, Que de la ventana muestra, Longevidad y retrato. Ahí donde vivía un licenciado,
Se importunaba al esperarla, Vestido de negro, Al pie de un florero, De la colonia centro. Eran días de prisa,
Se perforó la arritmia, Grises de robles, Pestilencia cónyuge. Sin adioses, Se comienzan,
Ya sabes que no busco, La perfecta posición, En que pueda darte, Un poco más de lo mejor. Tampoco hablarte con pasión,
Hay demasiado dolor, En el fuego cruzado, De invidente invasor. Cultivan a la coalición, Que embriaga al deudor,
Se mueven las casas del centro, Caen al acantilado los restos, De un club social del tiempo, Fuentes de vacíos del reino. Uno baila, grita, produce,
Sin energía eléctrica, Calma y paciencia, Denigrada ciencia. Se mueven las promesas, En absurda vestimenta,
A Luis le aterraba el hecho, De dejarse tocar los dientes, Aunque el dolor era insoportable, Y la atención un desplante. Se vaciaba en soportar el hambre,
Presiento que moriré mañana, Que mi cuerpo agonizara, Mientras la rapiña reclama. Que sonará con gracia, El preludio de la traviata,