José María Heredia

La partida

Cantata

¡Adiós, amada, adiós! llegó el momento
del pavoroso adiós... mi sentimiento
dígate aqueste llanto... ¡ay! ¡el primero
que me arranca el dolor! ¡Oh, Lesbia mía!
No es tan solo el horror de abandonarte
lo que me agita, sino los temores
de perder tu cariño: sí; la ausencia
mi imagen borrará, que en vivo fuego
grabó en tu pecho amor... Eres hermosa,
y yo soy infeliz!... En mi destierro
viviré entre dolor, y tu cercada
en fiestas mil de juventud fogosa,
que abrasará de tu beldad el brillo,
me venderás perjura,
y en nuevo amor palpitará tu seno,
olvidando del mísero Fileno
la fe constante y el amor sencillo.
 
           Sumido en pesares,
           y triste y lloroso,
           noticias ansioso
           de ti pediré:
           y acaso diranme
           con voz dolorida
           «Tu Lesbia te olvida
           tu Lesbia es infiel».
 
Yo te ofendo, adorada: sí; perdona
a tu amante infeliz estos recelos.
¿Cuándo el que quiso bien no tuvo celos?
Tú sabrás conservar con fiel cariño
de tu primer amante la memoria;
no perderás ese candor que te hace
del cielo amor, y de tu sexo gloria.
¡Lloras! ¡ay! ¡lloras!... ¡Oh fatal momento
de dicha y de dolor!. Aquese llanto,
que tu amor me asegura,
me rasga el corazón... Tu hermosa vida
anublan los pesares y amargura
por mi funesto ardor... ¡El cielo sabe
que con toda la sangre que me anima
comprar quisiera tu inmortal ventura!
Mas, desdichado soy... ¿por qué te uniste
a mi suerte cruel, que ha emponzoñado
de tus años la flor?...
                               ¡Adiós, querida!...
¡Adiós!... ¡Ay! apuremos presurosos
el cáliz del dolor... Ese pañuelo
con tus preciosas lágrimas regado,
trueca por este mío.
Besándolo mil veces, y en sus hilos
mi llanto amargo uniendo con tu llanto,
daré a mi pena celestial consuelo.
«Lesbia me ama»,—diré—, «y en mi partida
este llanto vertió... Tal vez ahora
mi pañuelo feliz besa encendida,
y le estrecha a su seno
y un amor inmortal jura a Fileno».
 
     Piensa en mí, Lesbia divina;
     y si algún amante osado
     de tus hechizos prendado,
     quiere robarme tu amor;
     pon la vista en el pañuelo
     prenda fiel de la fe mía,
     y di: «cuando se partía,
     ¡Cuán grande fue su dolor!...»

(1819)

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